Cuando un presidente antepone su imagen personal a los intereses de sus gobernados, porque no tiene convicciones sino ambiciones, el país se descuaderna, como anotara el expresidente López.
Y cuando no hay resultados la historia es implacable. El presidente Santos ha creído que el solo anuncio de inversiones es gobernar, y el problema es que hasta ahí llega. Habló de “locomotoras” y, tal vez, la única que le funciona es la del Congreso que actúa como fábrica de leyes a granel, impulsada por la “mermelada” que se inventó cuando fue ministro de Hacienda. Por lo demás, las cifras indican que el balance del gobierno es alarmante. La incapacidad del actual presidente para ejecutar es fatal.
Desde diciembre de 2010, cuando perdió la primera asignatura frente a la ola invernal que azotó gran parte del país se veía venir lo que vemos hoy. De aquella cruda realidad, además de millares de damnificados sin atender, quedó como emblema el municipio de Gramalote, en donde más de 600 familias fueron desarraigadas por la naturaleza, y este gobierno después de dos años no ha sido capaz de darle solución; la reconstrucción del poblado sigue en anuncios.
La locomotora de la infraestructura estuvo parada los primeros dos años, y hace un mes Santos habló de una “meta cumplida” de 200 km ejecutados, a pesar de haber anunciado 300. Sin embargo, dirigentes del sector afirman que no es cierto; y que las obras perdieron el ritmo que traían hasta 2010. También, anunció como gestión del gobierno que la producción de petróleo había superado el millón de barriles, pero la Agencia de Hidrocarburos dice que el promedio de 2012 fue de 944.000 barriles.
Santos le cuelga a su gobierno el rótulo de “reformador”, y planteó como muy urgentes las reformas a la educación, la salud y la justicia. Le quedan 18 meses del cuatrienio y está debiendo las tres; sólo tiene “a su haber” el fracaso de la reforma educativa y el vulgar negocio del adefesio a la Justicia. Pero, además, debe la reforma pensional que sigue anunciando; el código minero que notificó como prioritario; el código penitenciario que está en anuncios; y la liquidación de Estupefacientes que haría en los primeros seis meses del gobierno.
Una deuda impagable es el fallo de La Haya. Este gobierno no ha tenido el carácter de fijar una posición decorosa frente a ese despojo miserable, como tampoco de asumir su responsabilidad, pues le correspondió la etapa oral del proceso en la cual había podido actuar contundentemente a cambio de advertir una salida “salomónica”.
En cuanto a la política social de la cual adolece, el presidente Santos está dedicado a presentar cifras con lecturas acicaladas, como el embustero informe que mostró sobre la pobreza, no solo por su manera de medirla y esconderla, sino por los altísimos porcentajes de miseria que ocultó. Igual situación ocurre con los resultados de empleo, salud, educación, seguridad y sector agropecuario, señalados con muy baja calificación en todas las encuestas.
Así el presidente Santos trate de mostrar una cara maquillada de su gobierno, la verdad es que inició 2013 con el balance en rojo, y el rancho ardiendo, porque se avizoran problemas de gobernabilidad.