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lunes, 24 de septiembre de 2012

CARTA DE MARTÍNEZ A OBAMA


Santiago de Cali, 23 de junio de 2012


Señor
Barack Hussein Obama II
Presidente de Estados Unidos de América
Washington D.C.


Distinguido Presidente

Permítame contar mi historia, la historia de un hombre negro, humilde, respetuoso pero rebelde,  que apostándole al futuro, al de él y al de sus coterráneos, se arriesgó a la ingrata pero honrosa tarea de acometer la empresa que en últimas es la que le permite a los que nacimos sin apellidos ilustres y linajes que ostentar, dar la pelea  ideológica, y si se quiere, porqué no, de raza y de clase, en uno de los países donde convergen las más desiguales condiciones sociales que el mundo moderno tolere:  Hago Política en Colombia Señor Presidente.

O hacía, porque en la más ignominiosa e inmisericorde persecución judicial y mediática que sobre ser humano se haya cernido en este país, ni siquiera digna de un animal, de la cual cayeron víctimas mi madre y mi esposa, fui condenado por una justicia, que aún respetando sus decisiones como es mi costumbre, debo decir que se entregó impúdicamente a quienes sintiéndose huérfanos del poder regional en el  Valle del Cauca movieron sin la menor vergüenza sus perversas influencias para que sin prueba alguna, en un remedo de juicio, plagado de dudas en cuanto a la certeza de los delitos que me endilgaban y una colosal montaña de testimonios que los desvirtuaban, truncaran mi carrera política.

Y no obstante la afrentosa condena, que cumplo con los presupuestos que la justicia impone, cuando un juez de la república me otorga la libertad, en cuestión de horas la fiscalía de mi país, obedeciendo al interés del gobierno del presidente Juan Manuel Santos en contubernio con la clase blanca y oligárquica del Departamento del Valle, atendiendo a la versión de un delincuente que ya fue condenado por extorsionar a otros políticos amenazándolos con montarles falsas acusaciones iguales a las que hoy me hace, en una aberrante decisión judicial me libra orden de captura nada más como una estratagema efectista para sacarme del departamento, habida cuenta que al momento que estas letras escribo estamos a tres días de unas elecciones adicionales para elegir Gobernador del Valle, consecuencia también del raponazo de que fue objeto Héctor Fabio Useche, candidato de las clases populares a la que pertenezco, en las elecciones anteriores; ganadas por éste en franca lid pero nunca toleradas por estos sectores blancos, clasistas y racistas de la región.

Y a punto de terminar este escrito, como para asegurarse que la candidatura, insisto, la de las clases populares, nunca fuera ganadora en estas elecciones, a un equipo de trabajo que justamente se implementó para no ser objeto de fraude dado el inmenso afán de esas élites de quedarse con la gobernación del Valle del Cauca a como diera lugar, en una de sus mayores y perversas virtudes, la de los FALSOS POSITIVOS, el presidente Santos arremetió con todo el poder judicial, policivo y mediático para hacer ver el trabajo de un equipo de blindaje electoral como un intento de fraude, circunstancia desvirtuada hasta la saciedad por el Registrador Nacional del Estado Civil Carlos Ariel Sánchez y sus asesores, en el sentido de aseverar, rotundamente,  que la actividad que iba a desarrollar este equipo electoral resultaría inocua y anodina ante pretensiones de hacer fraude en esta elecciones, como las que el gobierno racista y clasista del presidente Santos y los medios ídem de este país pretenden hacerle creer a la población.

No me quejo, ni mi escrito pretende ser lastimero Señor Presidente, siempre supe que la empresa que acometía tiene tanto de altruista como de mal vista y desagradecida por los que castradas sus mentes por el  establecimiento sólo atinan a hablar de lo podrida que es la política no entendiendo que su actitud solo cohonesta el mensaje vedado que estas élites envían para mantener en los espíritus  y ánimos la figura del statu quo, la del que todo está bien.

Pero todo no está bien Señor Presidente, ni siquiera cerca de estarlo; según la doctrina Aristotélica, que dice, entre otras cosas, que la sociedad se divide entre hombres libres y esclavos, yo debería continuar en los manglares  y bajamares de mi recóndito y majestuoso Océano Pacífico, al lado de la espesura verde y feraz que encanta y ensueña, pero con lo necesariamente básico insatisfecho; pero no Señor Presidente, dado que la idea de tener acueducto y alcantarillado, proporcionarles a nuestras comunidades saneamiento básico, hablar de vías en donde yo nací,  es ni más ni menos que una entelequia, una ilusoria quimera, producto del desdén con que todos los gobiernos, desde que tengo memoria, nos miran, y que el sólo mencionar agua potable es igual a cuando nuestro nobel refiere a Aureliano Buendía el viaje con su padre a conocer el hielo en Cien Años de Soledad, eso, Señor Presidente, fue lo que me alentó a lanzar el grito del NO MÁS; a retirar de una buena vez el atávico criterio que enquistan en nuestras mentes las élites caducas que orientan la educación en mi país y   decidí, contrario sensu, hacer POLÍTICA. Y con ello, la firme decisión de que si hemos de seguir cargando ladrillos que sean los de nuestras propias casas y que si  hemos de cambiar llantas, que sean las de nuestros propios carros. Y ahí fue Troya Señor Presidente, cuando unos señoritos con conductas melífluas y de cuello perfumado, con inocultables ínfulas de señor feudal para hacer política, vieron perdidos sus protagonismos en la toma de decisiones respecto de la cosa pública en esta región, y sus padres las pingües ganancias que ello les auguraba, y al verse sustraídos por sus recurrentes pérdidas y reveses en las urnas, cogieron como costumbre acudir en plañidera y lloriqueante actitud donde sus pares, los ricos, las élites, blancos y encastados dueños de medios para que desde sus tribunales mediáticos traten de eclipsar iniciativas y aspiraciones populares justas, merecidas, legal y constitucionalmente permitidas de los que nacimos con lo básico.

Pero sin jactancias le digo Señor Presidente, que mi gesta sigue viva en el alma y en el espíritu de  hombres y mujeres, que independientemente de su color de piel, credo o condición, hoy, exultantes, acometen la digna empresa de enfrentar sin miedo la innoble tarea de la oligarquía rancia y caduca de pretender enlodar, a como dé lugar, no sólo a mí, si no al que se atreva a emularme, que no es nada diferente a pretender poner talanqueras a las expresiones populares humildes y sin apellidos ilustres.

Esta misiva no tiene interés diferente Señor Presidente que el de solicitarle de manera respetuosa que historias de reivindicación de raza y de clase como la mía, que han sido vituperadas y perseguidas sin misericordia, hagan que  usted vuelque sus ilustres ojos hacia esa Colombia negra y humilde que lo aprecia, lo admira y lo respeta .

Las descalificaciones y cortapisas que a nuestras gentes, logros y aspiraciones  ponen esas élites, son en Colombia de regular ocurrencia Señor Presidente, es infinitamente fácil ver la superlativa animadversión por nosotros, por nuestra raza, por nuestra clase,  cuando brillan por su ausencia en los puestos de relieve nacional, no por falta de méritos, hombres y mujeres de nuestro estrato, de nuestra clase y con más veras de nuestra raza.

Ayúdenos Señor Presidente, ponga sus ojos en esa otra Colombia, la clasista, la racista y que logremos repetir orgullosos ese epítome suyo en las primarias de New Hampshire que terminó de erigirlo  como ese monumento a la reivindicación: ¡YES WE CAN¡

Gracias Señor Presidente, de usted,-


Juan Carlos Martínez Sinisterra
ExSenador de la República de Colombia 

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