Mi querida madre no pudo soportar las injusticias que cometieron conmigo y se fue para siempre. El encierro al que fui condenado injustamente impidió que pudiera estar a la lado de mi esposa y madre de mis hijos menores en el momento en que más me necesitaba para librar esa terrible batalla contra la muerte. Hoy, sin madre y sin la madre de mis hijos, he asumido la responsabilidad de ser padre y madre a la vez, sabiendo que es el precio que he tenido que pagar por mi osadía de querer un mejor futuro para nuestras venideras generaciones. No saben cuanto me duele esta injusta e inhumana situación, pero se que esa es la voluntad del arquitecto universal a quien le pido fortaleza para soportar esta prueba tan dura y sabiduría para continuar en esta revolución social que ya está dando resultados.

Hoy, a aquellas madres que han perdido a sus hijos, les pido permiso para considerarme su hijo y una oración para no desfallecer en esta misión; y a los hijos que han perdido a su madre, que nos unamos en una oración para que el todopoderoso las tenga en su gloria. Pero a los que tienen a su madre viva, que no las descuiden ya que perderla es el dolor más grande.

 Atte. Juan Carlos Martínez Sinisterra